Situémonos en los años 90, una época en la que la industria boliviana presenta sus primeros problemas con la generación de residuos a gran escala. Una época en la que no se tenía mucho entendimiento sobre el impacto que tenían estos residuos sobre el Medio Ambiente. Una época en la que se estigmatizaba los trabajos de reciclaje como sucios y poco valorados.
A la par, en un terreno en la zona de Warnes se desarrollaba un negocio familiar dedicado a la producción de plantines. Es en este vivero donde un joven Martín Covarrubias desarrolla una sinergia y respeto incondicional con la naturaleza.
Deseoso por especializarse y en medio de un panorama mundial cada vez más industrializado, es cuando el ingeniero Martín realiza una especialidad en España, donde aprende distintas técnicas de biorremediación que estaban poniéndose de moda en Europa en ese entonces. Un terreno que todavía no estaba siendo labrado en nuestro país.
Es así que en 1994, Martín Covarrubias encuentra su oportunidad de innovar y poner en marcha una planta de biorremediación ambiental: TROPIFLOR AG. Un conjunto de procesos que degradan la composición de los residuos peligrosos hasta desintegrarlos en compuestos más simples que pueden ser asimilados por el suelo.
A través de los años, como TROPIFLOR AG, hemos tenido que adaptarnos a distintos cambios. Desde gestionar residuos asimilables hasta residuos empetrolados y ácidos, incluir unidades de gestión de residuos reciclables y adaptarnos a una normativa rigurosa que en sus inicios era casi inexistente.
Sin duda no ha sido fácil, pero destacamos el “querer hacer” para llegar a “el saber hacer” ha sido clave. Incursionar en un ámbito poco conocido puede ser retador y genera miedo, pero el resultado puede ser revolucionario.